jueves, 15 de marzo de 2012

Eclecticismo Disperso

"En este mundo 'podrío' y sin ética, a los hombres sensibles como nosotros, sólo nos queda la estética". 

Makinavaja, Ivá

                          Silencio. Un silencio sin alma e indigno de ser mencionado se ha apoderado de la habitación desde el momento en que apagué el ordenador. Durante estos instantes, y sin que sirva de precedente, echo de menos la sirena de los coches patrulla de la policía. De la calle no llega el rumor de las hojas de los árboles agitadas por el viento, ni se oyen maullidos de gatos en celo, ni tampoco las peleas conyugales de los vecinos de al lado, como cuando vuelven borrachos al hogar. Ni siquiera mi compañero de piso tiene la amabilidad de roncar un poco e interferir en esta calma soporífera e insulsa.

Blanco. El radiador es blanco. Mi mente se encuentra en blanco. El radiador es de color blanco porque alguien, probablemente el casero, decidió dotarlo de ese color. Probablemente, eso es. Aunque bien pensado, blanco no es un color, sino mucho más que eso; como precisó Isaac Newton, el color blanco es la suma de todos los colores. De hecho, en Occidente hemos concedido al blanco la simbología de la pureza. En efecto, ¿puede haber algo más puro que el resultado de la suma y mezcla de todos sus componentes? Más aún, para Arthur Schopenhauer, su opuesto, el color negro, responde al resultado de la inacción, pero esto último no tendrá lugar por estos lares. Con la cadencia de la que el cura hace gala para oficiar la misa y la persistencia con la que el Coyote perseguía al Correcaminos, el autor de este blog no cesará en su empeño de inundar este fondo negro con un reguero de palabras blancas - y muchas veces, vacías de contenido, como el querido lector puede fácilmente apreciar -. Al contrario que el progama de Fernando Sanchez Dragó, esto es un blanco sobre negro. Al igual que su programa, este espacio no lo ve ni Dios. 

Nada. Difícilmente puede empezarse algo desde cero, ¿es posible? No, no lo creo. Eso de empezar de la nada es una solemne tontería, una expresión absurda como otra cualquiera. Absurda como estos párrafos, como si de una maldita vez fluyeran las palabras en la pantalla sin que fuera necesario teclearlas, y mucho menos pensarlas de antemano; esa amalgama de ideas inconexas y paranoias sin padre ni madre que como trapos en el bombo de una lavadora se cruzan y revolotean por mi cabeza. No sería mala idea escribirlas en un papel y luego recortarlas, para después tratar de encajarlas unas con otras a modo de un puzzle, con la sana intención de dotarlas de algún sentido.

Hay unos pajaritos ahí fuera que están cantando. A las cuatro de la mañana, en pleno tránsito de la madrugada que nos conduce del miércoles al jueves en medio de una semana laboral y un par de semanas antes de una huelga general, hay unos pájaros que han interrumpido este incómodo silencio para dar protagonismo a sus cantares matutinos. A pesar de que deseaba que cualquier cosa rompiera con el silencio reinante, el concierto de esos pajaritos no entraba en el guión. Resulta curioso que existan animales que sientan la necesidad de cantar a los cuatro vientos a estas horas intempestivas de la madrugada, sin motivo aparente. ¿Quién sabe si no lo hacen para entrar en calor y soportar mejor el frío de ahí fuera? ¿Quién sabe si no es una llamada de auxilio, y preguntan por una bufanda de la mejor manera que pueden? Me quedo pensando qué ocurriría si me diera por salir a la calle y ponerme a cantar a toda voz subido a un árbol, como los pajaritos. Porque pensándolo fríamente, también puede ser que los envidie. Al fin y al cabo, ellos se adaptan al medio.


   

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias,
Por mantener el compromiso de los jueves, esperamos tus reflexiones con ansiedad.
q. h.

GuillermoBlogeado dijo...

Te acabo de imaginar en pelotas, sentao en una rama, con una bufanda al cuello y piando cual gorrioncillo matutino...

que grande eres!

Uncle George dijo...

En pelotas nada, yo salgo con mi rebequita.