miércoles, 23 de mayo de 2012

Los Locos de La Isla

"Tengo una pregunta que a veces me tortura: ¿estoy loco yo o son los demás?"

Albert Einstein


 Cuando yo era niño, me criaron en un pueblo donde la mayoría de sus habitantes estaban locos. Recuerdo que también habían muchos cuerdos, pero representaban un número claramente inferior al de los enajenados mentales. Dicha peculiaridad no era – ni es hoy en día, ni lo será el día de mañana - fruto del azar, sino que tiene un culpable con nombre y apellidos, viejo conocido por los lugareños: todo se origina en el mar de Alborán, donde nacen fuertes corrientes de aire que se desplazan en dirección al oeste, y cuando atraviesa el estrecho de Gibraltar aumenta ostensiblemente su virulencia, dando lugar al temido viento de levante.
  
Pronunciar la palabra levante por esas benditas tierras del sur es como mentar a la bicha o invocar al maligno; viene a ser como un huésped indeseable que, sin haber sido invitado, suele quedarse de tres a siete días de media, aunque hay veces que su estancia llega a prolongarse un par de semanas. Cuando esto último sucede, el carácter jovial y desenfadado de los lugareños se torna irremediablemente avinagrado, los violentos se embravuconan y se altera el ánimo de los dóciles, multiplicándose el número de divorcios en los días de máxima agitación atmosférica. Este es el caldo de cultivo del que bebieron aquellos locos legendarios que daban enjundia y color a las callejuelas de mi pueblo.

Uno de los más queridos y admirados fue “el Pilao”, cuyas gestas y andanzas se recordarán a través de generaciones. “El Pilao” era el álter ego de Michael Knight, el conductor del coche fantástico, o al menos eso pensaba él: luciendo un muñón en su pie derecho que le provocaba cojera, “el Pilao” se colocaba junto a la fila de los coches que estaban parados con el semáforo en rojo, y tan pronto se iluminaba el disco verde , “el Pilao” salía embalado por la carretera como un coche más, repitiendo su famosa retahíla donde hablaba con el reloj imaginario de su muñeca: Michael Knight lalalá, Michael Knight lalalá, Michael Knight lalalá...

 Otro personaje memorable era precisamente el hermano de “el Pilao”, que cantaba cada día por Manolo Escobar en la calle Rosario y cuyos sprints con muletas le proporcionaron un nombre dentro del deporte isleño, aunque por otra parte no se tiene noticia de que el hermano de “el Pilao” saliera jamás de los confines que delimitan la calle Rosario. También seríamos muy injustos si nos olvidáramos hacer mención de “el Tortuga‘’, un viejo verde homosexual de gorda panza que, con sus manos entrelazadas a la espalda, caminaba muy lentamente – como a estas alturas  habrán deducido los más avispados -, haciendo una parada cada vez que se cruzaba un jovenzuelo de buen ver para piropearlos, llevándose más de una vez – y más de dos – una propina de mal gusto por no cerrar el pico a tiempo.

 Como peculiar era la figura de Miguel “el Ligero”, a quien nadie vio en su vida sin el armatoste pegado a la oreja: una radio cassette de doble pletina con el volumen bien alto siempre cargada al hombro, aún mucho tiempo después de que empezaran a hacer aparición los primeros walkmans. Recuerdo a Pepe “el Cañailla”, que llevaba siempre una camiseta con su apodo escrito. No tuvo una vida fácil: le hicieron la vida imposible en el cuerpo de Marina - al reconocer que se alistó en el ejército por tener un plato de comida caliente -, así que un día decidió retirarse y desde entonces dejó crecerse una muy blanca barba y pasó a formar parte de la fauna local. Una vez que le dieron una paliza, tuvo la grandeza de cambiarse el apodo en la camiseta de “Pepe el Cañailla” a “Pepe Universo”. Ahí lo llevas.

Pero sin lugar a dudas, Antonio “el Profeta” era el más carismático. Imagínese usted que va tranquilamente caminando por la calle, y de repente se le acerca un señor de frondosa barba y le mira fijamente a los ojos. Acto seguido, acerca su cara de loco - sin timidez alguna - muy cerca de la tuya, y dándote pequeños codazos en señal de complicidad, te puede contar desde que la Virgen María se va a presentar a las próximas elecciones generales o que el próximo Papa de Roma será un enano disléxico, rompiendo a carcajadas y sin dejar de repetir aquella antológica coletilla: ¿a que no?

La “Bruja Piti”, “el Carmelo”, Juan “el Muere” o Adolfo “Tralará”, cada loco con su tema, cada uno con una historia particular, cada uno de ellos con una peculiaridad diferente que los hacian únicos e irrepetibles. Aunque para ser honestos, más que el levante, lo que vuelve loco a la gente de La Isla es el pescaíto frito de “El Dean” - “Lardeán” para los autóctonos -, ¿a que no?



No hay comentarios: